La central eléctrica de Hidroituango es el proyecto más importante del país en generación de energía. Tras años de retrasos, desplazamientos y un sobrecosto de $2,1 billones de pesos el proyecto se convirtió en un foco de corrupción y mala gestión.
Sin embargo, la hidroeléctrica Ituango deberá estar en funcionamiento para junio de 2022, o sea, Colombia podría estar asegurando su capacidad energética de las próximas décadas.
«Para el mes de junio de 2022 esperamos tener la primera turbina funcionando y la segunda estará en funcionamiento en noviembre del 2022«, aseguró el presidente Duque.
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Si Colombia no pone en funcionamiento la hidroeléctrica para el próximo año, los problemas de racionamiento de energía en el país podrían afectar a la población.
Los investigadores de la fundación Ecsim Alfredo Trespalacios Carrasquilla y Luis Guillermo Vélez Álvarez realizaron su pronóstico si existiera un retraso de un año, dos o tres años en Hidroituango.
La Gráfica 1 presenta el balance de energía y potencia en 2022, sin Hidroituango en operación. Unos 17.200 MW de capacidad efectiva neta cubrirían holgadamente la demanda máxima de potencia, 12.263 MW, y podrían producir, con una utilización de 60% del tiempo, 90.403 GWh-año, generación ampliamente suficiente para satisfacer la demanda del escenario medio de la UPME.
Pueden pasar tres cosas, una buena y dos malas, que pongan al sistema en riesgo de racionamiento. La buena es un gran crecimiento de la demanda muy por encima del pronosticado por la UPME. Esto es bueno porque significa más actividad productiva y mayor confort en la vida cotidiana de las familias colombianas. Las malas serian un Niño Aterrador y un Cisne Negro Catastrófico.
Con un Niño Aterrador, como el del lado izquierdo de la Gráfica 2, la generación hidráulica se viene al suelo y puede caer al 50% de su nivel promedio, como se ilustra en el lado derecho.
Un Cisne Negro Catastrófico sería la pérdida de disponibilidad de importantes recursos de generación. Por ejemplo, si el cable que saca la energía de La Araña en Guatapé se incendiara, esta central no podría funcionar y dejarían de estar disponibles sus 560 MW. Pero como de ahí sale el agua que “muelen” las centrales de Jaguas, Playas y San Carlos, dejarían de estar disponibles 1637 MW más. ¿Muy delirante esa suposición? Puede ser. Pero ocurre que ya ocurrió: en 2015 se incendió ese cable.
Poder “moler” una y otra vez la misma agüita es una delicia. Las cadenas hidráulicas son maravillosas, pero tienen, como todo, sus riesgos.
Pero los problemas pueden provenir del lado de las térmicas que están ahí para responder a toda máquina cuando la generación hidráulica declina por la falta de agua. Muchas de nuestras térmicas son ya bastante añosas y venerables, como quiera que provienen de los años 90, cuando se construyeron bajo el incentivo de los PPA que sacó el gobierno de Gaviria en medio del desespero del racionamiento.
Prueba de que este es un riego real la da el saber que, desde el 10 de agosto, casi la mitad de los 400 MW de la termoeléctrica La Sierra está indisponible, a causa de un incendio que se presentó en el cuarto de baterías. Y eso que La Sierra es de las menos viejas y, supone uno, de las mejor mantenidas.
Es baja la probabilidad de un racionamiento provocado por el aplazamiento de un año en la entrada de Hidroituango: tendrían que concurrir un conjunto de circunstancias extremas. Pero no tiene sentido adicionar un riego más con decisiones que pueden provocar el atraso del proyecto.
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