Estudiar en la Universidad de los Andes a veces se convierte en una experiencia fea debido al factor económico. Tus compañeros vienen de familias pudientes, pero tu familia tiene pocos recursos económicos, allí comienzan los malos momentos.
Para ciertos estudiantes, la experiencia de llegar al campus puede tornarse frustrante y desalentadora, principalmente a causa de restricciones económicas.
La capacidad económica en la Universidad de los Andes
Es el caso de Antonio Quiroz, un joven que se vio obligado a compaginar el trabajo y los estudios ante las dificultades económicas que enfrentaron sus padres al declararse en quiebra.
“Yo era un hijo de papi y mami, buen colegio, buena universidad. Cuando ellos quebraron ellos se regresaron a Valledupar y yo me quedé en Bogotá estudiando. Comencé a hacer todo: recargar extintores, dar clases de acordeón… En esa época estaba estudiando ingeniería industrial”, explicó el joven.
Sin embargo, su paso por la universidad se vio marcado por grandes desafíos económicos, donde la falta de fondos se tradujo a limitaciones cotidianas que impactaron su experiencia académica y social.
“Entrar a los Andes y no tener plata es algo feo. De pronto compañeros decían: ‘no, vamos a almorzar a tal lado’. Yo como que ‘no tengo con que almorzar, me toca comer olímpico un almuercito de 6.000 pesos’”, aseguró Antonio en la entrevista.
A su vez, agregó que en reiteradas ocasiones se vio obligado a rechazar planes con sus compañeros, ya que no podía costearse esos gastos:
“Vamos a comer hamburguesa en tal lado a 25 o 30 mil pesos y yo no los tenía. Yo de vaina con las clases de acordeón me lograba hacer 40 barras a la semana, porque nada más tenía un alumno que iba dos horas el domingo”.
A pesar de las dificultades, el joven logró establecerse y concretar su proyecto de vida. Su determinación y perseverancia fueron la respuesta a los retos económicos que tuvo que enfrentar.
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