
Diomedes Díaz, el inolvidable ‘Cacique de la Junta’, sigue siendo un titán de la música vallenata, un ícono cuyo carisma y talento lo convirtieron en una de las figuras más queridas de Colombia. Sin embargo, detrás de los aplausos y los millones de discos vendidos, se esconde una vida llena de polémicas, leyendas y episodios oscuros que aún hoy generan debate.
Un reciente video del youtuber ‘El Bosco’ se ha encargado de recopilar y desglosar este complejo legado en un formato de «iceberg», explorando desde las anécdotas más superficiales hasta los secretos más profundos que marcaron la tempestuosa vida del artista.

Un ídolo de anécdotas y excentricidades
En la punta del iceberg, encontramos las historias que forjaron su leyenda popular. Su famoso apodo, ‘El Cacique de la Junta’, no fue una auto-proclamación, sino un bautizo que le dio su colega Rafael Orozco en la carátula de un disco, haciendo alusión a su tierra natal y su liderazgo innato.
Frases como «pero usted no sea tan sapo, tan lambón» nacieron de la espontaneidad, como aquella vez que reprendió a un fanático impaciente en Barranquilla, quien, curiosamente, ya era apodado ‘El Sapo’ en su barrio.
La generosidad de Diomedes era tan grande como su fama. Se cuenta que una vez recibió un cheque por 4 millones de pesos, lo cambió de inmediato y, al ver a sus seguidores, se subió al capó de su camioneta para repartir el dinero entre ellos. Su vida también estuvo marcada por excentricidades, como el famoso diamante que se incrustó en un diente, una joya que inicialmente costó 6 millones de pesos y que, tras caerse, fue reemplazada por una de 20 millones traída desde la India. Tras su muerte, esta piedra preciosa terminó en el anillo de compromiso de su última compañera, Luz Consuelo Martínez.
A medida que nos sumergimos, aparecen historias más complejas. Se tejieron mitos sobre sus rituales íntimos, como la supuesta costumbre de usar ropa interior nueva cada día o bañarse en el patio de su casa frente a una imagen de la Virgen del Carmen. Incluso en la cárcel, su creatividad no se detuvo: grabó el exitoso álbum «Pidiendo vía» desde su celda, utilizando un estudio portátil que la producción llevó hasta el penal.
Su vida estuvo plagada de sucesos que hoy parecen ficción, como el error en su registro de nacimiento donde, por una confusión, fue inscrito oficialmente con el género «femenino». Otro capítulo insólito fue cuando, en un acto de protesta contra la falsedad que sentía que el dinero atraía, destrozó meticulosamente cerca de 100 millones de pesos en billetes, afirmando que «por esta plata la gente me roba, me engaña». Su apodo de ‘Novienes Días’ por llegar tarde o cancelar conciertos se hizo tristemente célebre, llegando a provocar un disturbio en Arenal, Bolívar, con daños avaluados en $500 millones de pesos.

Las sombras que lo persiguieron hasta el final
Los niveles más profundos del iceberg revelan las tragedias y los capítulos más oscuros. La muerte de su acordeonero, Juancho Rois, en un accidente aéreo en 1994, lo sumió en una profunda depresión. Diomedes se salvó de correr el mismo destino, pero parte de la población lo culpó, recibiendo amenazas que le impidieron asistir al entierro.
Su salud también fue un tema recurrente: padeció el síndrome de Guillain-Barré, sufrió un infarto y fue operado de un tumor en la columna. Además, tuvo 28 hijos reconocidos con 11 mujeres, lo que desencadenó constantes batallas legales por pensiones alimenticias.
El capítulo más infame de su vida fue, sin duda, la muerte de Doris Adriana Niño en 1997. Tras una noche de fiesta en su apartamento, el cuerpo de la joven apareció con signos de violencia y asfixia mecánica. Aunque Diomedes sostuvo que ella se había ido en un taxi, las pruebas lo desmintieron y fue condenado a 12 años por homicidio preterintencional, de los cuales cumplió solo 32 meses.
Finalmente, su vínculo con el paramilitarismo manchó su legado. Tras su condena, se fugó y presuntamente buscó protección de Rodrigo Tovar Pupo, alias ‘Jorge 40’, jefe del Bloque Norte de las AUC. Durante años, vivió oculto y bajo el amparo de estos grupos armados, quienes, según informes, le regalaron la hacienda ‘Las Nubes’, un predio que más tarde fue restituido a las familias campesinas despojadas.
La vida de Diomedes Díaz es un reflejo de luces y sombras, un testimonio del genio musical que convivió con un hombre lleno de demonios. Su historia sigue abierta al debate, obligando a sus seguidores a confrontar la difícil pregunta sobre si es posible, o siquiera correcto, separar al artista de sus actos.