
La tensión entre Colombia y Estados Unidos ha escalado al nivel más álgido en la historia reciente, poniendo en jaque una alianza bilateral de 200 años. La crisis, protagonizada por los presidentes Gustavo Petro y Donald Trump, ha superado los canales institucionales y se libra en redes sociales y micrófonos abiertos.
Esta «diplomacia de la ofensa» amenaza con traer consecuencias devastadoras para Colombia, que van desde la imposición de aranceles comerciales hasta el recorte de la poca ayuda que queda y, según expertos, incluso riesgos en la seguridad y soberanía.

El nuevo estilo transaccional de Trump
Según exembajadores y analistas consultados, entender la situación requiere comprender que la política exterior de Donald Trump ha transformado las reglas del juego. Nicolás Lloreda, exembajador de Colombia en Canadá, señala que el gobierno actual de EE.UU. «no valora las alianzas tradicionales», como la que se forjó con Europa o la que mantuvo Colombia por 25 años bajo el Plan Colombia.
La relación ya no se basa en la cooperación, sino que se ha vuelto «transaccional» e «ideológica». El gobierno Trump opera «a punta de amenazas» y se enfoca en sus obsesiones: narcotráfico e inmigración.
En este nuevo escenario, las provocaciones del presidente Petro «no ayudan para nada». Kevin Whitaker, exembajador de EE.UU. en Colombia, coincide en que este es uno de los momentos «más difíciles» y que los comentarios de Petro pidiendo a las fuerzas armadas de EE.UU. desobedecer a sus líderes, sumado a la inacción percibida en la lucha antinarcóticos, son raíces del problema.
El exembajador Stephen McFarland va más allá y habla de «revancha», Trump busca presionar a Petro como respuesta directa a esa «afrenta muy seria» que, según Lloreda, ya le costó la visa al mandatario colombiano.
Consecuencias económicas: aranceles y comercio
La amenaza más inminente y dolorosa para Colombia es la económica. El presidente Trump ha amenazado con imponer aranceles, y según los expertos, es poco probable que recalcule.
Stephen McFarland advierte que, en esta disputa, «el más afectado va a ser Colombia». Explica que no solo se trata de la ayuda militar, sino de la «apertura comercial» de la cual el país se ha beneficiado enormemente con aranceles bajos. Si Trump cierra ese acceso, el golpe a la economía nacional será mucho más grave que el impacto para los norteamericanos.
Nicolás Lloreda refuerza esta idea, recordando que para Estados Unidos, Colombia es un socio reemplazable. «Para Estados Unidos, Colombia, pues es un país de donde ellos pueden comprar el café de otros países, ellos pueden comprar las flores de otros países». Mientras tanto, EE.UU. es el principal mercado e inversionista de Colombia.
Lloreda señala que Trump ya ha herido a socios comerciales mucho más grandes, como Canadá, demostrando que no teme usar los aranceles como arma.
El sector privado colombiano ha intentado mitigar el daño, viajando a Washington para «explicarle a Estados Unidos que Colombia no es Petro» y advirtiendo que se perderían miles de empleos legales si se daña el comercio.

El futuro de la ayuda y la cooperación antinarcóticos
En cuanto a la ayuda internacional, el panorama es sombrío. Kevin Whitaker recuerda que la gran ayuda económica de USAID ya fue eliminada por el gobierno Trump. Hace cinco años, esa ayuda rondaba los 200 millones de dólares anuales (aproximadamente 800 mil millones de pesos colombianos).
Lo que queda, explica Whitaker, se divide en dos categorías:
- Ayuda a la fuerza pública: Apoyo a la Policía, la Fiscalía y el Departamento de Justicia , que también beneficia a EE.UU. en la lucha antinarcóticos.
- Ayuda humanitaria: Destinada a refugiados internos (colombianos) y externos (venezolanos).
Perder estos fondos «puede complicar mucho los esfuerzos en esos dos áreas». Aunque Whitaker admite que cortar esta ayuda sería «pegarse un tiro en el pie» para EE.UU. , ya que Colombia ha sido su mejor aliado antinarcóticos y un recorte podría aumentar la presión migratoria, la naturaleza de la administración Trump hace impredecible el resultado.
McFarland introduce un escenario aún más alarmante: Trump podría estar usando esta crisis para justificar «algún ataque aéreo contra narcotraficantes que están en territorio colombiano», una amenaza directa a la soberanía.

¿Cómo recomponer la relación?
La dificultad para encontrar una salida radica en que ambos presidentes hacen su «propia política exterior sin mucha referencia a las instituciones», usando Twitter (X) para sus declaraciones. Los expertos plantean dos caminos radicalmente distintos para Colombia.
El primero, sugerido por Nicolás Lloreda, es la «salamería» (adulación). Observa que líderes mundiales como los de Francia, Inglaterra, e incluso Putin, lidian con Trump «llenándolo de elogios» y subiéndole el ego a su «personalidad narcisa». Aunque pueda molestar, Lloreda considera esta salamería «perfectamente válida» si sirve para que Trump «deje de concentrarse en hacerle daño al país de uno».
El segundo camino, más duro, lo plantea Kevin Whitaker: «tragar sapo». Whitaker usa esta expresión colombiana para indicar que la única solución es que Colombia ceda, tal como hizo en la crisis migratoria de enero. En el caso actual, «tragar el sapo» significa «hacer más en la parte antinarcótica», específicamente «hacer más y más efectivo en lo de la erradicación de coca».
Stephen McFarland aconseja a Colombia «pensar fríamente cómo deben responder», mirando los ejemplos de México y Brasil, que han sabido adaptarse sin dejar de defender sus intereses. Advierte que responder «como en la cancha de fútbol, a un foul con otro foul» es una guerra que Petro va a perder.
Mientras la relación siga «herida», la recomposición parece difícil mientras Petro esté en el poder. Por ahora, la única mediación viable parece recaer en el sector privado y en la esperanza de una estrategia diplomática que deje de lado la víscera y, como dice McFarland, «use bien la cabeza».
Con información de Noticias Caracol.
Redacción Política Pluralidad Z.
Sigue toda la información de Colombia y el mundo en LinkedIn y Google News, o en Facebook.