Vicky Dávila: “cerrar las filas por la democracia” ¿Periodismo paramilitar?

Daniel Mejia Lozano escribe sobre Vicky Dávila
Daniel Mejia Lozano escribe sobre Vicky Dávila.

Hoy en el día del periodista, es importante evaluar la narrativa que construyen los medios, la libertad de expresión, el asesinato de periodistas en Colombia la mayoría motivado por las denuncias de mafias criminales y carteles de corrupción, la ausencia de la Fiscalía y el rol que juegan los dueños de los medios de comunicación en Colombia que son los grandes grupos económicos en la inestabilidad estatal y el silencio de la impunidad ante una justicia ausente. 

Si Nicolas Maquiavelo viviera en estos tiempos seguramente tendría como mujer a Vicky Dávila, una discípula para quien el fin justifica los medios. Ayer la Gala del Premio Nacional de Periodismo CPB 2024 entrego a la “periodista” de Semana  la estatuilla “El Sacrificado” del maestro Rodrigo Arenas Betancourt, simbólicamente un premio que busca convertir la ególatra en mártir.

La rigurosidad del periodismo también exige ética, verdad y honestidad. Un premio nacional de periodismo también nos permite evaluar en que nivel se encuentra el gremio de comunicadores en el país, porque el nivel se mide en la montaña y quienes ganan el premio se supone son los mejores.

Frente a este desalentador diagnóstico, llegamos a Vicky Dávila, quiero hacer referencia al siguiente tuit el cual fue publicado en la cuenta X de la periodista: «Urgente: Nicolás Petro le dijo a la Fiscalía que su papá, el presidente Gustavo Petro, sí sabía del ingreso de dineros irregulares a la campaña». Minutos más tarde lo eliminó, claro porque se trataba de una mentira. No se retractó ni ofreció corrección al tuit, no actuó como periodista.

Este es apenas uno de los numerosos episodios de inestabilidad emocional donde utiliza los medios para lograr su fin, o bueno el fin de toda su familia. La sagrada familia de Vicky que los medios ocultan con premios y estatuillas tiene vínculos  con mafias y políticos cuestionados en el país.

Ahora bien, quienes son los cuestionados incuestionables que hacen parte de la familia del arma mediática contra el Estado y la Justicia en Colombia: Lucas Gnecco Cerchar, suegro de Vicky Dávila, Jorge Gnecco Cerchar, miembro del bloque norte de las Autodefensas Unidas de Colombia, fue asesinado en agosto de 2001. José ‘Pepe’ Gnecco Cerchar, senador de la República, cuya campaña estuvo financiada por su hermano Jorge, Hugo Alberto Gnecco Arregocés, hijo de Hugo Felipe Gnecco Carrillo, ocupó el cargo de alcalde de Santa Marta en dos ocasiones y fue condenado a 10 años de prisión por corrupción, Luis Alberto Monsalvo Gnecco, hijo de Cielo Gnecco, enfrenta actualmente problemas judiciales, incluyendo un juicio por corrupción en contratos relacionados con el Programa de Alimentación Escolar (PAE), Cielo Gnecco Cerchar, conocida como “doña Cielo” y considerada la ‘cacica’ del César, Kiko Gómez Cerchar, exgobernador de La Guajira y  José Alfredo Gnecco Zuleta, actual senador e hijo de Lucas Gnecco.

En Colombia no existe el “delito de sangre”. Esta es una de las frases más repetidas cuando se establecen los vínculos familiares entre políticos o en este caso periodistas con las mafias. Sin embargo la narrativa de la cabeza de la Revista Semana, hace evidente que el delito de sangre si existe en el periodismo.

La línea editorial de Vicky Dávila, se puede comparar con una oficina de prensa del partido VOX o Ciudadanos en España, esta completamente enfocada en la ultraderecha, y obedece a defender sus intereses, en los cuales por supuesto el Narcotráfico siempre ha estado presente como una amante silenciosa.

Las reformas del Gobierno del Presidente Gustavo Petro afectan los intereses de mafias que han gobernado con su sangre al país por generaciones, quienes en lugar de construir democracia y desarrollo han contribuido a la desigualdad, el hambre, pobreza, la miseria, la corrupción, la impunidad, la ausencia de Estado, el racismo, el clasismo, la narcopolítica, la minería ilegal, los delitos ambientales, le genocidio de la biodiversidad, la degradación de la cultura, y por supuesto siempre han tenido su arma mediática ante un sistema de medios públicos y estatales débil e inestable, utilizando sus medios de comunicación y figuras como la periodista Vicky Dávila para conspirar y manipular las masas desde la pirámide del silencio.

Mientras Vicky Dávila recibía la estatuilla “el sacrificado”, El pasado 8 de febrero en Cartagena, en la primera cumbre de los gobernadores electos en las pasadas elecciones regionales, Carlos Amaya, quien repite gobernación en Boyacá, fue designado por el resto de sus colegas como presidente de la Federación Nacional de Departamentos, asegurando así el futuro de la  la presidencia de Claudia López en el 26 quien seguramente al igual que Vicky Dávila cerrara las filas con los Char, Dilian y todos los carteles corruptos del país para mantener su democrática mafia.

Los vínculos paramilitares con el periodismo en Colombia que han existido por décadas los han determinado los propietarios de los grandes medios de comunicación quienes, por supuesto nos son periodistas, son empresarios y han necesitado de una u otra manera del paramilitarismo para mantener su jerarquía económica.

A Vicky, en lugar de la estatuilla de “el sacrificado” debieron otorgarle  en el CPB una estatuilla de su suegro Lucas Gnecco Cerchar, mientras el rey camina desnudo, las mafias dominan los medios para acabar con el Gobierno del Cambio.

El evento de la Federación Nacional de Gobernadores y la entrega del premio nacional de periodismo CPB el pasado 8 de febrero tienen algo en común, se han otorgado reconocimientos a dos fichas claves para el golpe blando que busca romper con la institucionalidad en Colombia, Carlos Amaya y Vicky Dávila. No se trata de periodismo, solo insisto, es un análisis de que hoy el fin justifica los medios en todos los escenarios y los medios al igual que los paramilitares son un arma letal para sacrificar la vida de los colombianos.

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