El candidato a la Cámara AFRO: Luis Olave avisa que demandará a Álvaro Uribe Vélez, aquí les contamos las razones y el tejemaneje del asunto, pero una cosa les garantizo: esto enterrará a Uribe. (Por: Urías Velásquez)
Kilele sonríe, sin dientes delanteros pero feliz, a sus escasos siete años no entiende que los corrientazos que la acaban de sacudir y enviar al suelo son un crimen contra la humanidad… la niña piensa que es un juego; llegar hasta la cerca de alambres, incrustar los piecitos en lo huecos en forma de rombo, asirse con las manitas, subirse y esperar la descarga que, curiosamente, solo llega unos minutos después y cuando ya la cerca está repleta de niños y ¡pum! A tierra.
En el teatro los niños y las niñas gringas, que en lugar de ver la producción que se proyecta, observan cagados de la risa a los niños negritos que caen como mosquitos. Mientras los guachimanes entrenados y contratados por los gringos, también afros chocoanos, vigilaban para que nadie se colara.
La escena es grotesca, pero los transeúntes la observan con desgano, están tan acostumbrados a la humillación y los vejámenes contra la población negra que les parece parte del paisaje.
El que no piensa lo mismo es Luis Ernesto Olave, el líder afro que más de medio siglo después me cuenta en la cocina de mi casa la historia del apartheit que en Andagoya y Andagoyita Chocó montó la Compañía Minera Chocó Pacífico con la anuencia de todas las autoridades: las locales, en algunas épocas, en cabeza de Jorge Tadeo Lozano y Edgar Ulises Torres y las nacionales casi todas las veces las personas de los ministros o el mismísimo presidente.
-Sí, Urías, lo que sucedió en este pueblo en las cercanías del rio Condoto fue una bellaquería, un crimen de lesa humanidad al que le faltaba dos puntadas finales para ser el crimen perfecto: la impunidad y el silencio. Ambos proveídos por Álvaro Uribe Vélez: el monstruo que engaño a mi pueblo y le robó la indemnización a que por ley tenía derecho agregándole una puñalada adicional: el olvido.
El guerrero Olave, como le bautizó magistralmente Daniel Mendoza, el autor de la serie Uribe; el Matarife, se queda callado, levanta su brazo empuñado y lo descarga sobre la mesa:
-Sí mi hermano, porque ese criminal -Uribe- se ha ensañado toda la vida contra nosotros los afros, contra el Chocó en particular, y contra los oprimidos en general. Sí, ese monstruo no ha descansado un solo día de su vida en su persecución contra los humildes, contra los indígenas, contra los que somos en esencia esa Colombia profunda olvidada y relegada por el Estado.
Yo, a quien se me quema un agua, le ofrezco hacerle un tinto y él -inocente- acepta. La alacena este medio desocupada, pero por ahí consigo un pedazo de panela y se lo mando a lo olleta. Olave mientras tanto aprovecha y me mete de lleno en la historia del pueblo de sus ancestros.
-Los americanos que llegaron al Andagoya se lo querían robar todo y de no ser por el Grupo Empresarial Antioqueño (GEA) y Álvaro Uribe -que sí se lo robaron todo-, lo hubieran hecho.
Fue tan vil la treta que hasta el nombre del pueblo se lo apropiaron y así nació «Andagoyita», justo al otro lado del puente… y allí, ante la vista de todos y con la anuencia de los gobiernos nacionales -entre otros el del abuelo de Paloma Valencia, la senadora proesclavismo y procorrupción del Centro Democrático, se montó -óyeme bien- el apartheid colombiano que habría de durar casi siete décadas.
Un apartheid peor que el de Sudáfrica, pero en plena Colombia. Si, un sistema macabro por medio del cual se separaba a los AFROS del resto de la población y se les imponían restricciones como, por ejemplo, no poder entrar a restaurantes, ir bibliotecas, salas de cine, tiendas de mercado, etc.
Pero el apartheid en Andagoya incluso era tenas porque a mis hermanos afros de “Andagoyita” se les prohibía Sopena de castigos brutales e incluso la muerta ir a Andagoya, salvo un día entre semana que se les permitía hacer mercado, pero con la única intensión que devolvieran los centavos de dólar que les habían pagado como salario de su trabajo en las minas.
Tan brutal fue la cosa que se construyeron caminos que bordeaban el pueblo específicamente para que los mineros y, en general, los afros, en lo posible, jamás entraran a Andagoya.
A Olave se le apaga la voz, es evidente su sentimiento de rabia e impotencia… y así permanece un largo rato… después yo lo saco de ese estado con mi tinto, Olave es amable y bebe dos sorbos, a los tres no llega… inmediatamente no lo puede evitar y me lanza su veredicto… pero bueno, yo prefiero volver al relato…
-Y así Andagoya y Andagoyita se fueron desarrollando como dos mellizas a las que un “destino” cruel separa al nacer y a la una la envía a una cuna de oro, mientras a la otra la deposita en un basurero.
Andagoya creció, fue el primer lugar del Chocó con estación eléctrica, en las casas del pueblo amplias y con solares se veían neveras, radio y electrodomésticos. El banco de la República puso sucursal. En fin, “la Atenas del Chocó”
Andagoyita, en cambio, se llenó de ranchos sin luz, sin servicios, sin puestos de salud, sin escuelas, sin entidades públicas. Y en lugar de neveras hielo en bolsas a las que el sol -como lo hace la ley 100 de Uribe con nosotros- les aplicaba el paseo de la muerte y las derretía.
Obviamente, las ganancias se las quedaban los gringos, pero también, y a través del soborno y la coima, los Ospina Pérez, los Gómez, los Pastranas, los Valencia y todos los políticos nacionales corruptos (padres y abuelos de los políticos corruptos que tenemos que sacar del congreso en estas próximas elecciones de marzo)
Eso sí, los que trabajaban eran los de Andogoyita: afrodescendientes que las malas condiciones de trabajo y los patrones sin alma maltrataban sin misericordia y sin tregua. Las minas, mientras tanto, eran las más prosperas del país en la producción de platino y oro.
¿Cuánto mineral precioso se robaron?, le pregunto a Olave después que con evidente dificultad se termina el café y él responde directo y sin ambages:
-Miles de toneladas que eran contrabandeadas directamente a través del canal de la vuelta que unía los ríos Andagueda y Atrato y que no pagaban ni un peso de impuestos. Tanto que hay quienes aseguran -y con mucha razón- que el estadio de los Yankees de New York fue construido con lo que nos tumbaron.
Olave, que ya parece más repuesto de mi café y de los recuerdos, se dirige al comedor y se sienta:
-Acomodémonos -me dice y sentencia-, acomodémonos que el cuento es largo.
A continuación, el guerrero se concentra y me echa una historia de dos horas que contaré más adelante en crónicas o en un libro y que incluye los testimonios de su abuelo; el carpintero de la Compañía Minera Chocó Pacífico, las historias de sus tías, y las historias de muchas gentes buenas y humildes a las que la máquina del destino de su tiempo machucó sin clemencia… al final del relato que varias veces me hace encharcar los ojos, interrumpo:
-Oiga Lucho, a todas estas ¿Qué tiene que ver Álvaro Uribe en esta historia de injusticia, dolor y criminalidad?
– ¡Ay mi hermano -replica pensativo Olave-, ay mi hermano, pues que la paloma come solo mientras el gallinazo está ausente!
Y el gallinazo, el ave carroñera de la historia de Colombia apareció… si, comenzaba las décadas de los 80s y 90s, la época gloriosa del narcotráfico colombiano y, claro, la de señor de las sombras: don Álvaro Uribe Vélez.
Y el culebrero, el que dio la orden, el matarife del ubérrimo se alzó con todo y su sombra “infinita por los rayos de la luna proyectada” lo cubrió todo de muerte y desesperanza.
Pero lo que sucedió en concreto fue que los gringos llevaban muchos años sacando oro y platino y las minas -aun productivas- ya se hacían insuficientes para saciar los apetitos de los invasores y al mismo tiempo garantizar coimas que debían pagarles a los políticos corruptos tanto nacionales como del Chocó.
Así que Barito -que es como le decía Pablo Escobar a su proahijado Álvaro Uribe Vélez- y sus amigos de la Grupo Empresarial Antioqueño (GEA) hicieron triquiñuelas y le arrebataron lo poco que quedaba a los gringos y a patadas los sacaron de las minas. Entonces lo obvio, Álvaro Uribe fue nombrado el liquidador oficial.
Uribe, apenas era un mozalbete, pero ya sus dotes de criminal avezado y recursivo despuntaban y así se lo veía llegar cada quince días sin falta en helicópteros -seguramente del narcotráfico como parece era su costumbre-.
La disculpa era “pagar” salarios que no pagaba y, en cambio, religiosamente, sacaba tremendas MATERAS repletas de ORO (aproximadamente 6 kilos). Decía que eran “maticas para sus amigos”.
Quincena tras quincena durante algunos años, el que después causaría más de 300 masacres con su gobierno y el asesinato de por lo menos 6402 jóvenes inocentes (mal llamados Falsos Positivos) se fue enriqueciendo con el oro y el platino de Andagoya que en realidad pertenecía al país y que sacaban los de Andagoyita.
Al final, una última puñalada del hombre que de niño no tenía problemas en amenazar a sus compañeros de colegio a navajazos y más tarde al país entero… sí, porque Uribe convenció, en realidad forzó, a los empleados de la Compañía Minera Chocó Pacífico a recibir como liquidación la maquinaria de exploración que ya estaba obsoleta y podrida en los lechos de los ríos.
Las evidencias sobre la bellaquería que estoy contando están por todos lados, miles de testigos de estas poblaciones empobrecidas lo narran, todavía en sus rostros se aprecia el dolor y en sus palabras pausadas la soledad que produce en no haber recibido justicia y reparación integral después de tantos años.
Dicen, los que se atreven a hablar, que Uribe jamás volvió por Andagoya, o por lo menos no en persona, porque las masacres y los asesinatos selectivos durante sus dos nefastos gobiernos si se presentaron por montones y a lo largo y ancho de Colombia, y, en particular, en el departamento de Chocó.
¿Pero qué se robó Uribe?
Le pregunto al Olave efusivo que yo escucho atónico y él responde contundentemente:
-Nadie lo precisa y se requiere una investigación. Los pueblos tenemos derecho a la verdad, pero también a la reparación y, es por eso, que desde ya te aviso, que demandaré a Álvaro Uribe para que responda por lo que le hizo a Andagoyita, a mi Chocó y a Colombia, mientras él fue el liquidar de la Compañía Minera Chocó Pacífico.