La bondad de los buenos acaba al servicio del interés perverso

Sergio Fajardo, lo que nunca fue
Sergio Fajardo, lo que nunca fue.

Lo de la campaña del mal llamado uribismo es denso de oscuridad como el fin de los tiempos. Uno imagina los castigos bíblicos y encuentra que se quedan cortos comparados con el castigo de ser gobernados por tan repugnante oscuridad. Se hacen al poder a cualquier precio y se ensañan en él con más intensidad que la más monstruosa comuna de hongos a una uña. ¿Cómo conjurar su proceder ponzoñoso?

Escrito por: Anónimo.

La historia juzgó a Sergio Fajardo y ahora podría tener menos votos que el voto en blanco
La historia juzgó a Sergio Fajardo.

Si la suerte va bien, se aprovechan y toman todo lo bueno para sí impidiendo que llegué a la mayoría que nunca les parece inmensa; porque la inmensidad es una propiedad que abrogan a su insensible minoría. Con cinismo lo perifoneaban desde sus emisoras: somos la inmensa minoría, decían de sí, para hacerle creer al mundo que eran los cultos en medio de una mayoría de salvajes ignorantes que se merecen su suerte, a su soberbio juicio. Ojalá en serio fueran capaces de percibir la consciencia de un Beethoven, de un Bach, de un van Gogh…

Si la suerte va mal, ¡aprovechan! Nada mejor que un desastre para gestionar recursos en grandes cantidades direccionándolos para sí y acelerando el crecimiento de sus arcas. Con Armero empezó a hacerse visible ese proceder en Colombia; pero es de hace mucho tiempo; decenas de siglos, incluso, llevan implementando esa misma práctica. De hecho, una era entera: así Roma desangró a Grecia. Y desde que se ha hecho visible, en Colombia, con Armero, han tecnificado y optimizado el protocolo. La pandemia fue su mejor temporada.

Es obvio que no tienen la menor intención de soltar la uña. Son esporas, no pueden vivir sin la uña; la necesitan. Entonces, se agazapan como las esporas cuando advierten que se aproxima el veneno. También hacen reuniones para planear su estrategia; ¿quién lo duda?

― ¡Ataquemos su integridad moral! ―conspiran. ―Mandemos un comando a los campos, redactemos su discurso de modo que en la población a la que no hemos permitido acceder a educación quede el mensaje de que eso es ser “guerrillero”. Acto seguido, digamos que el tal veneno en realidad sí lo es: “¡son guerrilleros!”. Tenemos todo para lograrlo.

Los indígenas, en general, son expertos cazadores de demonios. De ese orden resulta una de las sinonimias más hermosas que se pueden detectar en los lenguajes humanos: la palabra “curupira” tiene dos acepciones; en un sentido se usa para referirse a un demonio y en el otro, para referirse a la trampa con la que se ha de atrapar al demonio. Y no es un hecho arbitrario: para que la trampa funcione, debe tener la misma forma que tiene el demonio que se espera que atrape; si fuera más pequeña, no se podría atrapar; si fuese más grande, encontraría manera de escapar. Es así como solo hay una manera de atrapar al demonio: dándole de su propio veneno. Pero claro, ahí están… ellos lo saben.

― Como todos son buenos, ni siquiera están en capacidad de concebir la forma misma de la maldad, ―se anticipan. ―Necesitan a alguien capaz de ello, alguien que tenga un procesador de ideas macabras exactamente análogo al nuestro: se reunirán para planear la defensa. Hemos de alistar los instrumentos para observarlos en ese instante en que reflexionan y alguno, pretendiéndose el más ingenioso, enunciará la única manera de diseñar la jaula en la que podrían atraparnos: «Acaban de armar un entrampamiento contra nosotros», dirá a sus buenos e ingenuos compañeros, «debemos adelantarnos». Justo ahí activaremos el ojo y el oído y los filmaremos hablando. Ya lo que sigue es solo cuestión de editar la escena para que diga lo que nosotros, sabios y curtidos demonios, solemos decir; pero estará encarnado en la voz y en el cuerpo de uno de ellos; una trampa contra la trampa con la que ellos pretenderán eclipsar nuestra trampa”.

Y así proceden. En otros tiempos uno se reiría como quien ve El superagente 86: la “recontrainteligencia”. Nunca mejor dicho; son inagotables y enloquecedores. Incluso por eso mismo es incorrecto referirse al “uribismo”. Ese anciano enfermo demente no es el origen de tan nefasto castigo. ¿Acaso cuál es pues su aporte a la filosofía nacional? ¿Es que fue él quién concibió un plan en el que el 25 % de los resultados exitosos son “falsos positivos”? Seguro no. Solo es una figura visible de esta diabólica comunidad de solapadas esporas.

Todos operan del mismo modo y afirman que eso no es moralmente reprochable, y exponen el video del momento en que, intentando planear la manera de defenderse de su inmoral proceder, sus propias palabras son enunciadas por el consultor en diseño de trampas para cazar esa suerte de demonios. En un país educado con la ley que hizo de ese derecho una mercancía, los electores no están en capacidad de leer una historia de recontrainteligencia. La mentalidad policíaca está muy lejos del alcance de analfabetas.

Y, al final, ¿qué importa si la gente cree en el inteligente, en el contrainteligente o en el recontrainteligente? Lo importante es que, al momento del ceremonial del coteo más primitivo en que se sustentan el Estado y la Nación, el sistema de argumentos retóricos en el ambiente permita dar por justos unos resultados independientes del resultado real; la logística del traslado de los votos siempre puede prefabricarse, de manera que el desajuste del preconteo coincida con el desajuste del escrutinio. Solo es cuestión de dinero… Y el dinero lo ponen todos los votantes. “¿Dónde se ha visto que el que planea el torcido tiene que poner plata para llevarlo a cabo?”, diría el corrupto.

Para cerrar, cabe dejar planteada la cuestión: ¿alguien conoce otra manera de atrapar a este demonio? ¿Con la bondad de un Fajardo, quien, pese a todo, sus pecados resultan únicamente de que sea el buenazo que es; el que al final no puede identificarse más que como el contemplador ensimismado de ciertas asesinas ballenas?