Creencia y adivinación en la mirada de un académico

Guillermo Arduino (CNN) con Hernando Zuleta (Uniandes)
Guillermo Arduino (CNN) con Hernando Zuleta (Uniandes).

El diálogo entre Guillermo Arduino (CNN) con Hernando Zuleta (Uniandes), presentado al público el pasado 10 de mayo, permite comentar algunas de las principales debilidades de la mirada académica sobre la realidad, a la que, en muchos casos, no logra dar respuesta; más parece buscar narrarla que precisar un diagnóstico eficiente.

Por: Óscar Enrique Alfonso

En este análisis, omitiré las opiniones personales que el periodista entrevera en las preguntas que formula o que plantea para contextualizar la conversación y centraré mi atención en el discurso del académico. La entrevista promete precisar “las razones del estallido social” en Colombia; para realizar su promesa, invita a un experto de una prestigiosa universidad del país, el profesor Hernando Zuleta.

1. ¿Un psicoanálisis del paro en la experticia de un economista?

Para empezar, Arduino pregunta: ¿Qué podría ser aquello que estaba pasando, en las profundidades de Colombia, que realmente no se manifestaba? El profesor toma aire, como un nadador antes de sumergirse en un océano profundo, diciendo “Eee, bueno” y prepara su respuesta. Encuentra “probable” la necesidad de remitirse a décadas atrás, pero quiere adecuar el discurso al medio: “hacer un poco más corta la historia”. Llama la atención que mientras Arduino quiere que su programa no sea “cosmético”, el académico advierte que presentará la versión corta de “la historia”. Ni los espectadores ni los recursos técnicos del medio están en capacidad de soportar una versión seria. Más que de la realidad sociopolítica del país, Zuleta aporta información sobre cómo observan la realidad algunos economistas.

En la respuesta, la corta historia toma como antecedente de la movilización actual las manifestaciones que Colombia vivió a finales de 2019. Las observa como algo confuso: muchos movimientos de protesta (no uno) contra el Gobierno, relacionados con una serie de cosas. Habla un académico, pero, su discurso no es académico: no opera con definiciones precisas, no promete un método de análisis; es altamente especulativo: va de pesca entre comentarios que encuentra en medios de su preferencia y, entre los motivos legibles, de entre cierta serie imprecisa de demandas, destaca algunos: algo relacionado con la implementación del acuerdo de paz (no comenta que en la práctica se ha hecho trizas mientras, en el discurso, el Presidente dice que se ha implementado en “gran medida”), un rechazo al modelo de Gobierno: (refiere cierta percepción de nepotismo: “gobernar con el partido y para el partido”; en su mente académica, el hecho no es el nepotismo, sino “la percepción” de nepotismo). En conclusión, lo que hay en la profundidad es “un descontento previo a la pandemia”. El síntoma “descontento”, sustituye el problema: la creciente pobreza llegó a la esclavitud y a la muerte; y no parece que vaya a dejar de crecer.

2. ¿La pandemia tuvo la culpa?

Comenta el advenimiento de la pandemia: un fenómeno con el cual se exacerban los problemas sociales, “por supuesto”. Quiero resaltar la frase “por supuesto”; porque justo ahí se hace evidente la traición al público sobre la promesa de la entrevista: precisar las razones del estallido social en un análisis no cosmético sino académico, hecho por un experto. Vale preguntarse: ¿el discurso académico no es cosmético? No sé responder a esa pregunta; tendría que generalizar y no es lo que pretendo. Pero sí puedo afirmar que el discurso académico no necesariamente es científico. Este caso particular de discurso académico es un excelente ejemplo de un habla más bien cercana a la retórica periodística y especialmente alejado de la lógica metódica que exige la ciencia.

Porque la razón del descontento no es, por supuesto, la pandemia; sino la gestión que el Gobierno ha hecho de ella; trasladó a la industria financiera privada los recursos del Estado y privó del acceso a esos recursos a una amplia región productiva que la requería. La pandemia no exacerbó la problemática social; la causa de esa situación está en las políticas que se han implementado bajo el pretexto de la pandemia, las cuales obedecen al mismo paradigma gubernamental previo; nunca antes tan evidente, por cierto.

3. ¿Una cuestión de cifras?

Luego de este ingenioso movimiento retórico, entra, ahora sí, el uso de categorías técnicas: la “pobreza”, pero, no la de las personas que viven hacinadas y cuelgan banderas rojas en sus ventanas, sino la que crece y nunca decrece en un plano cartesiano. Una curva directamente proporcional al “desespero de la gente”; masa desesperada que acude a la excusa del proyecto de reforma tributaria… Se trata, claramente, de un discurso político: fija una frontera entre el pensar de la gente: amañado, que se apoya en excusas; y el pensar técnico que alinea al Gobierno, a los medios del Gobierno, a las instituciones del Gobierno y a la Academia del Gobierno… Llama a lo anterior un “análisis de corto plazo”; ¿qué cosa es, en este contexto, un “análisis”? Sitúa el hecho de que se trata de una “sociedad desigual” como “un problema que viene de muy atrás”. Uno recuerda a la señora fanática que comenta que “la biblia dice que la pobreza siempre ha existido y siempre existirá”… “Un problema que viene de muy atrás”. Así, en un triple mortal, vincula la distancia entre clases con la distancia entre el sector rural y el sector urbano, moviéndose al problema del narcotráfico. Más adelante, Arduino le suma un giro para moverse a las cuentas electorales (que es lo que entiende por Democracia): ¿Selva, llano?

4. ¿Santos: la izquierda del siglo xxi? ¿Es en serio?

Pregunta Arduino: ¿Por qué la gente no salió a la calle cuando Santos desatendió el plebiscito que rechazó el acuerdo de paz? Ni el entrevistador ni el entrevistado tienen presente que este resultado electoral da cuenta de la debilidad democrática de Colombia; de cómo operan en el país fenómenos como el “hacer salir a la gente a votar emberracada”; en las palabras de Zuleta esa es “una interpretación”; no una confesión. 

No esperemos de un economista que hable de Historia. En la mente de Zuleta hay un plano con gráficos de barras dinámicas. Dos equipos como de futbol en una cancha que se llama Colombia, en donde la cabeza somos los ciudadanos de a pie… Un resorte deformado e incontrolable que va y viene. Pobres versus ricos, rural versus urbano, derecha versus izquierda; algo con lo que el periodista no riñe: ¿Qué porcentaje de incidencia tiene la reforma tributaria en el sistema de las causas de que hoy haya un paro que va para su tercera semana? Zuleta ve un número; un fraccionario viene a su mente: uno sobre tres. Por instinto, “un poco adivinando”, lo transforma en un porcentaje: “30%”, dice. No parece haber notado que el proyecto de reforma tributaria ya fue retirado.

5. ¿Hay tres paros?

Y explica, apoyado en su fraccionario imaginario de escuela: ni siquiera se mueve en él un número racional; su disco duro opera con enteros. Su análisis ve una unidad en el numerador (con el 3 de denominador) que asignar “al descontento por la pandemia”, la codicia de la industria financiera es invisible; otra unidad (con ese mismo denominador) la asigna a cierto odio personal contra Duque… le cae gordo a la gente… No es Duque, Zuleta; es el engaño tenaz que representa, es el respaldo político que hace a acciones delictivas realizadas por Instituciones que están encargadas de evitar el delito; no es un asunto personal con Duque. Eso hay que entenderlo bien. Iván Duque no existe en sí. Y a la unidad final, para completar los tres tercios, la llama “paro armado”; y le confiere a las disidencias de las Farc y al ELN la responsabilidad de ese último tercio; ¿paramilitares disparándole a la minga indígena?, ¿dónde?, ¿Policías infiltrados en la protesta pacífica?, ¿dónde? Bajo esta dimensión incorpora a su análisis la justificación para que los ganaderos y demás comerciantes doblen los precios de los productos; lo que lleva a la sociedad a señalar como “contraproducente el paro”. De esta manera, el paro es un factor en beneficio de los generadores de las causas del paro. “Hagamos que se vayan a paro; así podemos justificar doblar los precios de las cosas”.

Esta cuantificación, muy técnica ella, está acotada en la palabra “creo”; adivinación y creencia en el discurso que la academia comparte con los periodistas para… ¿orientar a la sociedad?, ¿dar una idea no cosmética de los hechos a la comunidad internacional?

6. Democracia y compromisos económicos internacionales

La pregunta sobre la dupla “sierra” versus “selva”, que le da risa al académico, tiene su parte en el proyecto ficcional. Da rabia ese momento. Las cifras de Colombia son, en ese análisis ficcional, algo distante. Ellos están haciendo un espectáculo chistoso. Esta absurda pregunta, que trae agazapada la cuestión por la dinámica electoral, concluye en una salida muy académica; dice Zuleta: “Lo interesante aquí…” es que no es clara la dinámica electoral; y sí… no es nada clara; y no lo será mientras no se tenga un eficiente sistema de control de procesos como el mercado de los votos, el funcionamiento tecnológico de conteo, y la mecánica de las estrategias de gestión estadística de la opinión preelectoral.

Lo cierto, al respecto, es que no hay evidencias reales que permitan establecer la dinámica electoral en Colombia. En otras palabras: en Colombia, las evidencias democráticas tienen mucho de engañoso. Y es por eso que la gente está en las calles; incluso a pesar del riesgo que implica la pandemia. 

Dice Zuleta: “mientras no se cuenten los votos, no vamos a saber cómo estamos parados”. Esta afirmación también es digna de la mayor atención. En Colombia la democracia no es la voz de los votantes; sino el número que resulte al final del conteo. ¿La transparencia de ese conteo? No cuenta. En este punto la academia vuelve a ser retórica. La ciencia verifica; la academia obedece. Conviene recordar que las guerrillas en Colombia siempre se han originado en las gravísimas debilidades de los procesos electorales.

7. A toda crisis de legitimidad, un simbolo: ¿Batman?

Acto seguido, la entrevista hace un giro hacia la legitimidad de las instituciones, salvado eso sí, el límite de los conteos electorales. “El problema de la legitimidad de las instituciones es confuso”. Las violaciones de DDHH se ven masivamente; una señal que se está enviando masivamente; esto alimenta el descontento. O sea, lo que motiva el descontento, a los ojos de Zuleta, no son las violaciones, los homicidios, el abuso de la fuerza, sino que estos hechos se difundan masivamente. 

Se ha planteado así una distopía análoga a ciudad gótica y se llega a la necesidad de un símbolo. Alguien que una a todas las partes. Un líder. Que acuerde una reestructuración. Se olvida que las instituciones no están haciendo lo que les corresponde hacer. Al Presidente de los colombianos le corresponde presidir a los colombianos; no lo hace: por el contrario: los pone a luchar a unos contra los otros. A la Policía Nacional le corresponde realizar su misión; no lo hace: le dispara a los ciudadanos, viola a las ciudadanas. A la academia le corresponde investigar, producir diagnósticos objetivos y certeros, y diseñar soluciones: perdida en una retórica mediática, concluye que estamos en una sin salida porque nos hace falta Batman.

Entran así a la dimensión internacional prioritaria: las responsabilidades económicas del país. El registro corporal de los interlocutores tiene un giro. Va precisándose aquí la intención de este discurso estimular la aceptación de la nueva reforma. Como si el problema fuera la reforma. Creer que el problema es la reforma solo posterga el abordaje del problema. El periodista representa unos intereses, el profesor representa otros. Los intereses representados allí se oponen a los de la gente que se está manifestando en las calles de las ciudades de Colombia, intereses que abarcan incluso a muchas familias que en sus casas padecen los incrementos en los precios de los alimentos, recuerdan con temor las pérdidas por las bombas que antaño lanzaban guerrilleros, narcotraficantes y paramilitares (militares y policías muchos entre ellos). 

Por cierto, la última pregunta de Arduino: ¿Cómo está la legitimidad de las instituciones encargadas de administrar la justicia? Uno observa la escena en que se plantea esa pregunta y piensa en el comportamiento de la Fiscalía frente a la impunidad; frente al proceso de paz, frente al abuso de la fuerza… Desde que el Palacio de Justicia fue totalmente destruido, la Justicia corrió análoga suerte, en gran medida. Pero el Doctor Zuleta apenas si alcanza a considerar la amenaza de expropiar a los dueños de los camiones. 

¿Cómo dialoga un parásito con su anfitrión?

Y es ahí, que Arduino acude a la frase que todos reciben con la sensación de escuchar un eco de su clamor: “la clave es el diálogo”. Estamos hablando de negocios. ¿De qué más? Es de lo que trata todo esto. De ahí que sigan al tema de los medios… Para Zuleta el asunto es perceptual. No identifica un hecho obvio: cada medio de comunicación defiende los intereses económicos de sus propietarios. El cambio en la Revista Semana es, antes que todo, un cambio de propietarios; mismos que además se apropiaron del Gobierno. No son estrictamente hablando “medios gobiernistas”; son entidades que obedecen a los mismos propietarios. La desigualdad en Colombia no es un problema de pobres contra ricos. Es un problema que se ve mejor si se contrasta el número de personas que podrían recibir renta básica con el salario de un congresista con el alcance de un salario mínimo; y aún se comprende más, si se considera el impacto de esa diferencia en la productividad del país. ¿Un docente de economía no ve ese hecho?

La academia es otra institución en riesgo. Considérese, en ese sentido, solo por hablar de un ejemplo diferente al profesor Zuleta, el drama de las comunidades relacionadas con el desastre de Hidroituango y la posición al respecto del profesor Fajardo. Es extrañísima la convicción de Arduino sobre la solución que tiene en mente: ¿Batman? ¿De quién estaría hablando?