Escribo como periodista desde el exilio, desde el desarraigo del territorio, como un periodista que nació y creció en Colombia pero que, a la distancia, en silencio, pienso y extraño mi país adaptándome a la idea de no volver, volver, como aquel tango, mientras todo allá sigue en la normalidad, acá todo es diferente.
Así es el exilio, diferente, pasan los días y las noches, la distancia cada día crece más, Colombia se aleja como un barco en el océano, las causas van perdiendo color, la vida va pasando, la impotencia es cotidiana, el descaro de muchos se pierde en el desespero de otros, es sofocante, duele, no es un dolor físico, duele en el alma de un amor incondicional, con la armonía de un ayer, con un canto silencioso llamado periodismo real.
Y es cierto, así es el exilio de un periodista colombiano que salió de su tierra por los bandidos, gamonales y terratenientes, algunos desde el territorio gobiernan y celebran la impunidad de sus actos, así es el exilio de quienes defendemos la verdad, esa que muchos ignoran pero que respiran, esa verdad que salva vidas, hace justicia y condena la inhumanidad.
Elegir ser periodista merece una gran responsabilidad, es un arte en el que se entrega el alma, en la lejanía, mis colegas a su suerte, siguen entregándolo todo ante las rechiflas de los inconscientes que aplauden al rey.
Yo, solo quiero dejar en esta columna, en estas letras, en estas palabras, en este momento, una historia real.
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Colombia carece de libertad de expresión, es una utopía, Jaime Garzón dio su vida por un país que siguió el camino indolente de la sangre, donde nunca se ha respetado el periodismo, García Márquez murió en el exilio, aunque la historia no lo resalte.
Colombia es una tierra hermosa, no es fácil decir adiós, la ausencia de Estado y la justicia impune no da garantías para el ejercicio periodístico y por ello desde un lugar seguro podemos escribir, para la conciencia, para la vida, para la paz, la distancia es la única protección que funciona para garantizar la libertad de expresión, en un país donde la narrativa funciona bajo la lupa del poder, por acá la vida es diferente, todo cambia, libertad es liberté, esa liberté que es tan lejana de macondo, de las gordas de Botero y de quienes han soñado con un país justo como Jaime Garzón.
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