A pesar de que los manifestantes lograron el retiro de la reforma tributaria, las protestas han continuado en el país; debido a que, esperan medidas que luchen contra la desigualdad, la pobreza y el clientelismo.
A su vez, se ha producido un repudio masivo a las masacres y al asesinato permanente de líderes y lideresas sociales y de excombatientes de las antiguas FARC; que se producen a diario, sin que el gobierno tome medidas para frenarlos.
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Por lo tanto, se han cumplido cinco días de protestas, donde han muerto al menos 19 personas; 1.089 casos de violencia policial, dentro de los cuales han podido identificar al menos 124 heridos de violencia.
También se registran cuatro casos de violencia sexual atribuidos a la fuerza pública, la cual incluyó durante estos días de protestas, no solo a la Policía, sino a miembros del ejército.
Ante estos hechos de violencia, represión y muerte, los medios tradicionales en Colombia se han limitado a hablar de los trancones ocasionados por las protestas; mientras los jóvenes de las ciudades de Cali, Medellín, Bogotá entre otros escenarios del país, se han visto obligados a trasmitir desde sus redes sociales estas situaciones de violencia.
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El rol de los medios en las protestas
No podemos pasar por alto que, la responsabilidad para los medios de comunicación es ser capaz de abarcar las demandas, las exigencias y las posiciones de todos los actores, organizaciones y comunidades involucrados.
Al limitar el cubrimiento a registrar el disturbio o las afectaciones, por ejemplo, en el caso de bloqueos de vías, no solo deslegitima, sino que desinforma; pues reduce la movilización social a una acción que en muchos casos puede ser considerada como violenta.
En la mayoría de cubrimientos de los medios masivos de comunicación, poco se habla de las demandas de las organizaciones y poco se escucha la voz de líderes y lideresas.
Este tipo de cubrimiento estigmatización, criminaliza e invisibiliza la protesta social en nuestro país; trayendo consigo consecuencias graves, ya que construye un marco cultural en el que es negativo protestar.
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