El Salto de Tequendama es considerado un lugar maldito. Desde los años treinta y por varias décadas fue el lugar predilecto de los suicidas bogotanos.
Al lado de esta impresionante cascada, se encuentra una gran casa que un día fue el Hotel del Salto. Durante su época dorada se convirtió en el lugar predilecto para reuniones de ricos y famosos.
La maldición de El Salto del Tequendama
Sin embargo, en 1990 el hotel tomó la decisión de cerrar sus puertas para siempre, intentando detener la serie de muertes que lo atormentaba desde hacía décadas. A esto se le sumó la contaminación de las aguas que afectaron la imagen del lugar con el fuerte hedor.
En entrevista con el programa “Inexplicable Latinoamérica”, el antropólogo e investigador Esteban Cruz Niño, explicó: “Era un lugar de la élite, pero que entró rápidamente en profunda decadencia. Empieza a ganar fama de ser el lugar del salto de los suicidas o el hotel de los suicidas”.
El salto de Tequendama, el tradicional atractivo turístico cundinamarqués, es una cascada de 250 metros creada por la caída de las aguas del río Bogotá en el Valle del Tequendama.
Según la lengua Chibcha el Salto de Tequendama significa “el que se precipita hacia abajo”, por lo que algunos analistas aseguran que esta podría ser una explicación para que muchas personas que frecuentaban el hotel y sus inmediaciones culminaran su vida arrojándose al vacío.
“Hay un sendero que conduce exactamente del hotel a la peña o a la piedra de donde se tiran las personas. Esta piedra poco tiempo después fue conocida como la piedra de los suicidas”, agregó la periodista Yoana Arena Bedoya.
Se calcula que la caída dura seis segundos y se lo lleva al río. La mayoría de los cuerpos terminan perdiéndose instantáneamente entre el inmenso caudal despeñado.
No obstante, cerrar el hotel no sirvió de nada, fue imposible evitar que la gente se acercara al acantilado para acabar con su vida, por lo que muchos se preguntan si el lugar está maldito.
“Se siente una presión, se siente una energía muy fuerte y negativa que absorbe y domina a la persona. La gente entra normal, va caminando, explorando, teniendo un encuentro con la naturaleza y en un momento dado siente la necesidad de suicidarse”, señaló el Arzobispo Andrés Tirado Pérez.
Las historias de fantasmas alimentan un mito que todavía perdura a través de una leyenda que explica que las personas fallecidas en el salto del Tequendama siguen vagando.
Al estar prisioneros en el lugar, la única forma de obtener la libertad es que haya otra persona que los venga a reemplazar, que otra persona decida quitarse la vida para ellos poder ir a descansar, formando así un círculo interminable.