Democracia colombiana: secuestrada por el tradicionalismo

La democracia, es hasta ahora, una –o quizás la mejor- forma de gobierno que ha encontrado el hombre desde la antigüedad para asegurar la participación de los constituyentes primarios de una comunidad, quienes de esta forma podrán resguardar la soberanía que detentan a través de la elección democrática y mayoritaria sobre sus políticas, normas y representantes.

Escrito por: Simón Delgado Marulanda

Sin embargo, una mala implementación llevaría a que en la práctica los Estados se puedan convertir en déspotas, presidencialistas o incluso en dictaduras a raíz de discursos populistas y demagogos que utilizan los políticos en sus retoricas, lo cual sumado a la falta de cultura política y democrática en las sociedades llevan a sus ciudadanos a tomar las peores decisiones.

En Colombia, particularmente, se entrelazan dos problemas que debilitan la implementación eficaz de la democracia. El primero de ellos es que vivimos en un país secuestrado por esferas políticas que han monopolizado tradicionalmente la dirigencia gubernamental, estableciendo una élite clientelista, burocrática y corrupta que ha permanecido en el establecimiento durante siglos controlando ramas del poder público, fuerzas armadas, medios de comunicación, fisco público y territorios enteros. La anterior situación ha permitido que una pequeña parte de la sociedad acumule grandes masas de dinero y tierras generando desigualdad y violencia.

El debilitamiento de la democracia empieza entonces cuando la política es privilegiada para personas que están dentro de la elite, ignorando y acallando a quienes piensen diferente; los antecedentes de violencia política han demostrado lo riesgoso que es enfrentarse democráticamente contra los monopolizadores del poder colombiano. Partidos políticos exterminados por su forma de pensar (UP), líderes sociales asesinados, opositores perfilados, periodistas asesinados, nexos del establecimiento con grupos paramilitares y carteles del narcotráfico, irregularidades en el sistema electoral controlado por esa misma élite y olvido de las etnias y minorías es lo que ha dejado para la “democracia más antigua de América” el tradicionalismo y el control político del país por una pequeña fracción acaudalada que gobierna para ellos olvidando las periferias y el resto de la nación.

¿Pero cómo es posible que bajo la democracia estas personas conserven el poder durante años como si se tratara de una dictadura? La respuesta, como diría Rousseau, es que la mayoría de los electores son ciudadanos corrompibles.  Esa hegemonía política ha producido que el país permanezca en una constante pobreza no solo física sino también mental, han creado ciudadanos en estado de necesidad los cuales son fáciles de corromper, poco les interesa la política o sus dirigentes pues nada tienen que perder por ende no lo pensaran mucho para vender su conciencia y entregarle el voto a cualquier político que los seduzca con 50 mil pesos -claro en un país pobre sirve más 50 mil que una x en la papeleta electoral-.

Pero no solo crearon súbditos necesitados y corrompibles, también dejaron una nación sin educación, sin cultura política y democrática que son ignorantes de sus realidades y fáciles de convencer retóricamente con engaños e imposición del miedo.

Si el ciudadano en un primer momento no fue corrompido si podrá ser engañado debido al populismo que es lo que Aristóteles advirtió como la cara poco amable de la democracia. A falta de educación política los individuos se convierten en presa fácil del sofista colombiano que los persuadirá rápidamente para cumplir sus intereses, no se requiere mucha argumentación para convencer a un colombiano basta con la estrategia del miedo o la teoría del shock (personalmente considero que Colombia vive en un shock constante) para que la elite permanezca en el poder. Un ejemplo actual ha sido con el famoso “castrochavismo” que fue esa estrategia de imposición del miedo advirtiendo que nos volveríamos como Venezuela si dejábamos que Colombia se volviera socialista de la mano del candidato rival del establecimiento, miles de colombianos sin siquiera saber el significado de dichos términos terminaron por satisfacer el deseo del tradicionalismo que aun impera en el país. Estos engaños demagógicos y populistas encaminados a viciar la elección del votante lo único que hacen es desfigurar y controlar la democracia en favor de unos pocos.

La suma es letal. La elite que controla el sistema electoral, los poderes públicos y los medios de comunicación funciona como un panóptico nacional que le dice a esa ciudadanía corrompible, fanática e inculta que hacer y no hacer, por quien votar y por quién no. La elección colombiana es incluso hasta mediática, votan por el famoso, por el bonito, por el que dice aquel, por el que baila y canta, en fin votan por todo menos por las ideas y los argumentos pues la elite eso no lo inculco durante estos siglos de poder.

El reflejo es el congreso de la república, donde “todos estamos representados”, allí tuvimos un 36% de infiltración paramilitar, se sentó Pablo Escobar, entraron los paramilitares a defender su accionar, no van a trabajar, no saben legislar, hacen jugaditas, censuran opositores, se insultan; no privilegian temas como la eutanasia, el aborto, el mínimo vital, la educación o los servicios públicos esenciales a las regiones más apartadas; muy por el contrario se gastan días declarando el carriel patrimonio de la nación en plena pandemia cuando el país requiere con urgencia de legisladores activos buscando soluciones al sistema sanitario.  Esa democracia colombiana ha privilegiado a corruptos, ha permitido la impunidad del establecimiento, ha elegido personas poco capacitadas para crear ley, facilita el clientelismo y ha dejado para la eternidad al ejecutivo en manos de los intereses particulares.

Todo ello justifica, para mí, el accionar de la corte constitucional a la cual le ha tocado fungir como legislador y ejecutivo tras la ineficacia de ambos poderes, este poder contramayoritario de 9 magistrados le ha tocado por medio de sus sentencias sanear vacíos jurisprudenciales que el poder mayoritario con 280 congresistas elegidos democráticamente no ha podido establecer.

Le ha correspondido ordenar políticas públicas y ejecución de obras que el ejecutivo se ha negado a realizar, de aquí viene la oposición a la corte de esa fracción burocrática del país a la cual le surgió un órgano que basado en carga argumentativa le ha ido ganando la batalla, solo queda esperar que este órgano no sea cooptado por algún interés o por esta misma clase política. Finalmente se deja como reflexión la necesidad de recuperar la confianza en nuestra democracia, la élite se podrá quebrantar el día que esta nación sea consciente de su poder soberano, se eduque en historia y se interese en política, que se dé cuenta quienes los han gobernado por años y evidencien lo que han dejado de país, que anhelen cambio y por amor a su patria dejen sus posiciones cómodas e indiferentes.

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